Soy gentil pero hipócrita. Sé lo que tengo que hacer, pero soy perezoso. Tengo automóvil pero no a donde ir. Me siento bien cuando madrugo pero nunca lo hago. No desayuno ni ceno pero engordo. Soy zurdo, pero pateo con la derecha. Me burlo de la vanidad de la gente pero acabo de subir unas fotos a las red. Critico a la iglesia pero me persigno. Quiero la felicidad de los que me rodean pero soy envidioso. Soy egocéntrico pero me molestan los halagos. Soy flemático pero no para ver fútbol o discutir con mi mamá. Soy desordenado pero odio la suciedad. Odio la suciedad pero no cuando es Domingo...

domingo, 24 de noviembre de 2013

Libre

Era prisionero de ella. No podía concebir la idea del bienestar, si es que tal cosa existe,  si no era estando a su lado. No le importó la lógica, las opiniones de los demás, la certeza del distanciamiento paulatino, para empecinarse en la plausible pero ingenua empresa de luchar.

Aún recuerda los primeros días de fulgurante éxito, de la novedosa adquisición, de la sensación deliciosa de ser el centro de atracción, como cuando el vecino humilde, aquel que fue visto todas las mañanas esperando religiosamente algún colectivo del cual "colgarse", llegó por primera vez al barrio a bordo de su nuevo auto. Días memorables sin duda, recuerdo del inicio de una historia en la que ella y él eran los protagonistas, una historia con rating.

No supo comprender que todo es efímero, y se aferró obstinadamente a un reencuentro futuro, a una revancha merecida, a un recurso de casación. Se negó la oportunidad con otras personas. Lo hacía porque nunca encontró o no quiso encontrar alternativas. Nadie podría reemplazar a la irremplazable, a la que siempre salía victoriosa en la comparaciones punto por punto.

Pero el tiempo, que es contundente y caprichoso, le tendría novedades. Un día pudo volver a ver su foto, volver a verla a ella. Y la encontró fea,  sin encanto. Sin duda era una sensación extraña, un adjetivo inverosímil para describirla. Así que, incrédulo, repasó su álbum, urgó su archivo en busca de registros de la mujer que hizo que él fuera tan envidiado cuando le pertenecía. Y la siguió viendo igual, nada 'del otro mundo'. Entonces recordó un sinnúmero de detalles de su relación con ella, una cantidad de anécdotas ignoradas que fueron para él clara evidencia de que en realidad no fue tan feliz a su lado. Recuerdos que la alejaban a ella de la categoría ideal. Después de todo no fue tan buena novia. Después de todo no era tan bonita. No era un consuelo de perdedor sino un veredicto objetivo, al menos eso pensó. Sólo hasta ese día su anestesia desapareció. Aquél día lluvioso de mayo en que volvió a ver su foto, pudo entender que por fin era alguien libre.


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